Quizá no hay lugar donde el clasismo se refleje más que en el descuido de los liceos técnicos. En ellos estudia la mayoría de los jóvenes de los niveles socioeconómicos más pobres, que muchas veces requieren trabajar tan pronto egresan de la educación media.

No más de un 10% de los liceos —que han sido “apadrinados” por empresas o gremios— ofrecen una educación técnica de altos estándares de calidad. Es imperativo revalorizarlos a todos, darles más recursos, porque es obvio que una formación técnica es mucho más cara que la científico-humanista.

Para mejorar la calidad de la formación técnica se necesita fortalecer el vínculo entre la experiencia escolar y el contexto laboral. Esto no sólo mejora sus expectativas laborales (reduciendo el porcentaje de jóvenes que no estudian ni trabajan), sino que impacta tanto en su desarrollo personal, como en la productividad del país.

Hoy es casi imposible dotar a cada uno de los casi mil liceos técnicos del país con las capacidades que necesitan, por los enormes recursos económicos que esto implica y por las restricciones geográficas. Por ello, proponemos el desarrollo de experiencias piloto de aprendizaje en el trabajo, que sean implementadas y evaluadas y así permitan consolidar un modelo de educación técnico profesional pertinente a la realidad chilena. Este modelo debe avanzar hacia un esquema colaborativo de provisión y financiamiento de la formación técnica, incorporando al Estado, las empresas y los establecimientos educacionales.

Entre las medidas, se contempla:

 

  • Avanzar gradualmente hacia un modelo de Educación Dual (inspirado en el modelo suizo), con la implementación de Programas de Aprendices, que posibiliten el aprendizaje dentro y fuera del colegio. Estos programas tendrán tres años de duración desde la educación secundaria, incorporando un año extra a la duración formal a modo de “quinto medio”, que otorgue un oficio certificado a nivel nacional. Proponemos que este programa alcance un 30% de la matrícula técnico profesional al año 2030.
  • Modificar el sistema de práctica profesional, incorporando experiencias de pre-práctica, flexibilizando los contenidos en tiempo y pertinencia. Existen experiencias de colaboración público-privada que han demostrado impacto positivo en el sistema técnico profesional secundario, aumentando las tasas de titulación (que hoy son bajísimas) y mejorando las habilidades genéricas y de empleabilidad de los jóvenes.

Para financiarlo, proponemos un esquema tripartito, que incluya la subvención escolar, las propias empresas y un subsidio al trabajo de jóvenes.

  • Crear un sistema de orientación vocacional para proveer, a nivel territorial y no en cada liceo, información y apoyo a la toma de decisiones de los estudiantes y de sus familias, considerando información sobre las diversas trayectorias formativas, tanto técnico profesional (TP) como científico humanista (CH). Este sistema debiera prestar servicio a los colegios y liceos y apoyarlos en la orientación vocacional de sus estudiantes.

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