Como planteamos en nuestro documento anterior, las escuelas sufren el absurdo de la ley del garrote: por un lado se les exige calidad educativa integral y por otro son presionadas e incluso sancionadas desde un criterio parcial y academicista de los resultados de aprendizaje, que muchas veces no reconoce las complejidades de educar en contextos diversos. No se trata de eliminar las evaluaciones estandarizadas —éstas entregan información relevante y necesaria— pero sí de crear nuevos instrumentos, cuyo énfasis no esté en “los contenidos”, sino en evaluar la educación como desarrollo integral.
Así, nuestras propuestas son:
- Disminuir el rol del Simce en la categoría de desempeño de las escuelas, pasando del 67% al 50% y aumentando la ponderación de los indicadores de desarrollo personal y social al 50%.Mejorar y crear nuevos instrumentos evaluativos que consideren los indicadores de desarrollo personal y social de los niños, niñas y jóvenes (como motivación, convivencia y seguridad), priorizando las habilidades del siglo XXI.Eliminar la exigencia de cierre de colegios que establece la Ley de Aseguramiento de la Calidad, reemplazándola por mecanismos que responsabilicen a los sostenedores por los resultados y que incluyan reestructuraciones de los equipos educativos y sistemas de apoyo intensivo para esos colegios.
Eliminar el Sistema Nacional de Evaluación de Desempeño (SNED), considerando que la Ley de Aseguramiento de la Calidad ha establecido otro mecanismo de evaluación de la calidad de las escuelas, con indicadores superpuestos. En este proceso de eliminación, es necesario considerar que no existan menoscabos económicos para colegios y docentes.